martes, 27 de febrero de 2018

Un bodrio



En una película, en apenas hora y media,
puede caber la historia de una vida.
Para eso sirven, en el cine, las elipsis:
para dar cuenta sólo de las escenas realmente importantes.
Me pregunto, si yo tuviera que hacer mi propio montaje,
¿qué secuencias elegiría? Me respondo
que acaso las más accesorias, como esos momentos
en los que miro distraídamente por la ventana,
o me encojo de hombros o doy vueltas por la calle
como quien pasea alrededor de la nada.
Es en estos pasajes donde sucede la esencia
de mi vida entera. Pero,
¿quién pagaría por ver una película
en la que lo más significante parece del todo irrelevante?
Sin duda, conmigo, la industria del cine quebraría.

 

martes, 20 de febrero de 2018

Ciudades



Es como si cada uno de nosotros
fuera una ciudad que nunca acaba.
En ella existen fastuosos palacios,
pero también casas en ruinas,
lugares sagrados a veces cerca de prostíbulos,
zonas verdes y frío asfalto,
edificios de oficinas y lugares de ocio y descanso.
Por supuesto, mucha gente ha estado en ella,
pero algunos sólo estuvieron como turistas,
de paso. Otros, en cambio,
se mueven con soltura en ciertos barrios,
por sus bares, sus comercios, sus aceras.
No obstante, también hay calles
que ninguna persona ha transitado.
Nadie podría hacerse una idea fiel
de todo lo que una ciudad esconde:
se necesitaría toda una vida y sería insuficiente.
Ni siquiera el amo de la ciudad
la conoce por completo. Siempre quedan
rincones, pasadizos, callejones ignorados.
Da cierto miedo sentirse, en ocasiones, un extranjero
en tu propia ciudad; pero también alegría
de poder seguir descubriéndola, ilimitada, infinita. 



martes, 13 de febrero de 2018

Una nada


Desde lo que no éramos,
logramos ser algo
que no deja de ser nada.
La sombra necesita de la luz
para ser oscura,
y ése es todo el enigma que nos viste:
no somos un misterio,
somos seres sin secreto
como cristales sin mácula,
radicalmente intrascendentes,
una nada moldeada
para afirmarse en su inexistencia.



martes, 6 de febrero de 2018

Sin destino conocido



De un tiempo a esta parte se ha vuelto muy difícil la vida.
Todo es tan disparatado que nada es del todo creíble
y, a la vez, se puede creer en lo increíble.
Tantas cosas que desafían el entendimiento…
Ni siquiera puede uno fiarse de lo que ven sus propios ojos,
ya que muy poco es lo que aparenta ser.
Así que lo normal es apartar la vista.
En ocasiones es el propio cansancio de resistir el caos
el que te cierra los párpados.
En estas condiciones, es fácil sentirse desconcertado.
Incluso las palabras, herméticas,
parecen codiciar la incomunicación,
y no hay respuesta a ninguna pregunta
que no se incline por acogerse a su derecho de guardar silencio.
Sin saber cómo actuar, resulta imposible pensar.
Es frecuente, por eso, confundir un sueño
con un recuerdo o un elemento real.
Todo punto de apoyo desaparece
como volutas de humo difuminándose en el aire.
La anarquía se adueña del propio cuerpo:
pasas de la excitación al letargo, del empeño a la corrosión.
Y lo terrible no es asimilar que hubo otra vida
que ha dejado de existir,
sino aceptar esta otra que ha venido en su lugar:
una vida sin retorno y sin destino conocido. 


martes, 30 de enero de 2018

Mirando el mar


Llegué a la playa muy temprano
y me fui casi de noche.
Todo el día mirando el mar;
nada más, no otra cosa.
Y, sin embargo, la certeza
de no haber perdido el tiempo.  


martes, 16 de enero de 2018

La luz del corazón


A veces, llevados de aquí para allá
por la rutina y su grisura,
les cuesta a nuestros ojos advertir la luz
que habita en cualquier parte, en cualquier detalle,
porque vive en nuestro ser.
Hace falta, en verdad, muy poco
para que nuestras manos alcancen el milagro.
De hecho, la alegría más fugaz
es eterna al entender que su fulgor
nos transforma por entero,
de tal manera que ya no somos aquél que éramos
antes de contemplarlo.
Libres, encadenados a una pequeña dicha,
la luz del corazón no se acaba, no conoce la muerte:
puede encenderse siempre y dondequiera que estemos,
convirtiendo el mundo en el oro más puro.
Sólo hay que saber mirar,
buscarla en nuestro interior con esperanza
y, mientras seamos, con nosotros vivirá. 


martes, 2 de enero de 2018

Un poco de sed


A pesar de todos los pesares, que cada vez pesan más,
los necesitamos.
¿Quién no ha sentido alguna vez, por un padecimiento,
un confuso bienestar?
Hay sufrimientos muy sanos
y que sazonan el a veces rancio bocado de la vida.
Dicho de otra manera: para apreciar el agua
se precisa un poco de sed.
Además, cuando nos duele algo
ya no nos molestan otras cosas.
Todo es perfecto si va mal,
aunque sólo sea porque podría ir peor.
No hay nada como esas pequeñas desdichas
que son como boyas:
nos mantienen a flote, con vida.
Y es que vivir sin dolor
es lo más parecido a estar muerto.