Qué decir de las noches
de aquel inextinguible verano:
nuestras conversaciones en la
oscuridad
y el rumor del mar de fondo
eran un acorde
con las mágicas luces que en el cielo
centelleaban.
Cuando nos íbamos a dormir,
cerrábamos juntos los ojos
y, mientras llegaba el sueño, aún
seguíamos
hablando, y escuchando el mar, y
viendo
las estrellas con ese misterioso
fulgor
de las cosas destinadas a recordarse
siempre.