Como una antorcha
que acude a la llamada de las
tinieblas,
la verdadera razón
nos invita a descubrir la carencia de
sus fundamentos.
Llegados a ese punto,
sólo nos queda aferrarnos al absurdo,
celebrar con pasión, lúcidamente
trágicos,
la inutilidad absoluta, la
inconsistencia universal.
La revelación del sinsentido de la
vida
provee de la intensidad con que sólo
la locura
es capaz de desenvolverse en ella.
Es la extrema coherencia del absurdo:
únicamente merece la pena vivir
en la medida en que uno entiende que no merece la pena.
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