Miro y la ventana es un espejo
velado por una lluvia pausada,
serena, sostenida; no hay tormenta.
Cae sobre el mundo, tenaz,
a lo ancho de los siglos,
tiempo quebrado de un reloj sin
manecillas,
ancestral, monocorde.
La lluvia de ayer se confunde
con la del mañana en el presente.
Carente de futuro y de memoria,
el poema es un refugio
que no encuentra palabras;
el rumor de la lluvia, silencio
que ahoga la voz y apaga el fuego.
Todo pierde su brillo y su viveza
hasta convertirse en un borroso
sueño.
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