Cuando todo merodeaba por delante
y el futuro aún estaba en el
horizonte,
yo ya recordaba algunas cosas
que nunca me sucederían,
aquellas pasiones que sólo existían
en mi deseo.
Fui llenando los días de espejismos
como sombras chinescas
que ahora la tarde proyecta en la
pared
mientras mi vida se acaba
sin ninguna sorpresa, ni siquiera
tragedia,
en un apocalipsis silencioso e
invisible.
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