Cómo agota ir por la vida
persiguiendo cuanto queremos
y rechazando lo que nos disgusta,
sobre todo porque no hay destino
que se deje dominar, porque estamos
sometidos
a la arbitrariedad de sus caprichos.
Construyendo ciertos diques,
enterramos también los tesoros
que esconden algunas miserias,
pues muchos malos momentos conspiran
en secreto
para hacer mejores los buenos.
A veces, perderse es el camino
y, por el contrario, huir de las
adversidades
nos hace caer en el centro de su
remolino.
Más fácil que imponer nada a la
realidad,
es dejarla que se exprese,
y entonces mirarla limpia, gratuitamente,
sin pretensiones, plegados a sus
apetencias.
Porque lo peor es tan del mundo como
lo mejor,
y aceptarlo tal vez sea el único
vehículo
para vivir en armonía con el propio
mundo
y con nosotros mismos.
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