Avanzamos hacia el futuro
como hacia un horizonte que nunca
alcanzamos.
Él nos espera paciente, pero nosotros
no llegamos.
Nos llama desde su misterio
con la seducción del perfume de lo
desconocido.
Una y otra vez lo perseguimos
y lo que encontramos nunca es su
presencia,
que vuelve a estar allí, al fondo,
aguardando en la distancia.
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