Acodado en la ventana,
pasan los siglos
aunque ahora parezcan minutos,
mientras las calles
van extraviando rostros
por el laberinto de sus aceras.
Ves la vida a través de tu ventana
y no ves nada: todo
resbala por la superficie de tus ojos
hasta entrar en el olvido en que ya estaba,
paisaje siempre igual
aunque sea diferente:
el sol de ayer, lo mismo
que la lluvia de mañana.
Y qué más da,
si miras con la desidia
de ser tu ventana todas las ventanas,
puesto que todas dan al precipicio
de no entender nada.