Como un ave
que cae
sin encontrar
sus alas,
una lágrima
se derrama
inconsolable
sin saber
qué otra cosa
podría hacer.
Como un ave
que cae
sin encontrar
sus alas,
una lágrima
se derrama
inconsolable
sin saber
qué otra cosa
podría hacer.
Cerrar los ojos
y que el tiempo pase,
que el viento traiga y se lleve
el eco de todas las voces,
como si no vivieras,
como si sólo soñaras,
contemplando el mundo
desde la otra ribera.
Abrir los ojos
y respirar entonces
como por vez primera.
Dormimos
uno al lado del otro,
separados:
cada uno por su sueño,
cada uno por su mundo;
y, al despertar,
estamos juntos
en el mismo mundo,
unidos
a un mismo sueño.
Fue una fuerza excepcional,
un magnetismo
que absorbió por completo nuestros
sentidos.
No se trató de algo aleatorio,
sino de un hecho inscrito
en el orden superior del destino.
Lo supimos como se saben algunas
cosas,
sin necesidad de saberlas:
nos miramos
y ya nunca hemos podido
dejar de hacerlo.
Supongo que morir será dejar de
escribir.
Joan Fuster.
No dejar de escribir:
las palabras son todo
lo que posees,
al menos todo aquello
que te sirve para olvidar
que nada posees.
A ellas te agarras,
demorando cada letra,
como el último cigarrillo
al que se aferra el suicida.