El señor, cuyo oráculo se encuentra
en Delfos,
no dice ni oculta, sino da señales.
Heráclito.
No aparece en la superficie
de aquello que vemos,
no alcanzan los sentidos
para llegar a ella;
es críptica como el poema
que, en cada uno de sus versos,
muestra y no muestra:
la verdad ama esconderse,
juega a que la poesía la encuentre.