Escribes
para pensar,
piensas
para entender la vida;
y cuanto más escribes
más piensas,
y cuanto más piensas
más incomprensible
se te vuelve la vida.
Escribes
para pensar,
piensas
para entender la vida;
y cuanto más escribes
más piensas,
y cuanto más piensas
más incomprensible
se te vuelve la vida.
Soy, más que todo aquello que he
sido,
todo aquello que no he sido.
Soy, también, pensamientos que no
tengo,
emociones que me faltan.
Echo raíces en terrenos yermos
a sabiendas de que allí nada crece,
porque mi vida consiste en ver
cómo se me escapa la vida,
puñado de arena entre las manos.
Manera tímida de existir, ésta:
pensar la vida, soñar la vida,
querer vivirla, pero sólo de noche,
al soñar asomado a la ventana;
de día sólo quiero que llegue la
noche
para querer vivir la vida
al soñar asomado a la ventana.
Nostalgia de todo lo no vivido,
nostalgia de todo lo que no viviré…
Las cosas apenas son y ya han
desaparecido.
Tantas caras, tantos lugares,
fugaces, apenas entrevistos…
Cada día es una vieja estación
abandonada
en la que el tren no para;
tan sólo estas líneas que escribo
y que se van desvaneciendo:
retazos, jirones de ideas apenas
evocadas,
palabras escritas sobre un fondo de
vida difuminado.
Quien ha contemplado con sus ojos la
belleza
está ya consagrado a la muerte.
August Von Platen.
Y cruzas la frontera
a partir de la cual, consciente
de la sombra que la muerte
proyecta sobre ti, vuelves
al origen de todo, a la raíz
de las primeras palabras,
avanzando sin desmayo
hacia tu propia destrucción.
A mi amiga Mae,
siempre el mar…
Este ir y venir
inacabable como las olas
del mar, que llegan
para marcharse,
que se marchan para volver
a venir, repitiendo
y repitiendo siempre
la misma canción.
Parece un recuerdo
del futuro, pero
es sólo la eternidad.
Como un rayo de sol
en el invierno más crudo…
Por eso el miedo a que se rompa
la fragilidad de este momento:
temes que no exista tanta belleza,
que sea el fulgor
que confirma la tiniebla.
El futuro, ese país desconocido.
Píndaro.
Lo miramos
y no lo vemos,
perdido en la distancia,
en su condición absolutamente
inacabada,
como un horizonte
que crece con el viento.
Todas las noches, cuando me voy a
dormir,
confío en no despertar ya nunca.
Franz Schubert.
Es la noche
que sucede a la noche:
buscas la herida
y no la encuentras
porque el dolor
se ha vuelto una costumbre
que no termina,
que no termina…
Blanco
como paisaje
y el frío
vigila la quietud
de un invierno
sin vida,
salvo el de un alma
aterida
que allí espera,
contra toda esperanza,
que un día deje
de nevar.
Y un día sentir,
con cegadora claridad,
que la vida entera se ha vivido
para un solo momento,
como un libro que se escribe
para una sola página
o acaso un único verso.
Así, estar en el mundo,
sin desear otra cosa
que lo que tenga que venir,
a fin de integrarnos en la armonía;
que el tiempo pase por nosotros
como si fuera un río
y nosotros con él a la deriva…