Renuncié a la muerte
y volví con mi pena.
Takuboku.
Renunció a su muerte
y se entregó a su pena,
ese pozo de inescrutable hondura.
Y, para no ahogarse en ella,
escribía;
y, escribiendo y escribiendo,
de algún modo vivía
este hombre triste
que nunca se cansaba de su tristeza,
la misma que le carcomía el alma
y, al tiempo, le mantenía con vida.
|