Una tarde lenta, clara, soleada,
con la mirada suspendida
en la ternura azulada del mar,
a cuya planicie absoluta,
que se prolonga más allá
del horizonte vasto y desnudo,
con fervor de espectador,
casi místico y etéreo,
me entrego incansable
como no se cansan las olas
de ser constantemente mar.
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